jueves, 4 de diciembre de 2014


La gente que me conoce un  poco sabe que me encanta tener frío y tener a alguien a quien pegarme para que se haga más llevadero, que no me molesta demasiado cuando se  pone a llover de repente y me pilla sin paraguas y en playeros, que me gusta estar en mi casa, o en cualquier casa, siempre que la compañía y la merienda sean los adecuados, en resumen, que el invierno es mi estación favorita. Pero (como todo en esta vida, existe un pero) odio la Navidad, seguramente la mayoría piense que justamente lo mejor del invierno es la Navidad, y bueno, en algo me diferencio de ellos. No me gusta que las familias no se reúnan por los cumpleaños de cualquier miembro de ella, pero si por el de  alguien que no  se sabe si existió, y que aunque así fuese, no conocemos. Viéndolo desde otro punto de vista es una buena excusa para reunir a personas que llevan meses  sin verse, que viajan desde cualquier parte del mundo sólo para pasar las Navidades con sus seres queridos. Creo que  es lo único que me gusta de la Navidad, que para un poco el mundo, las familias dejan (aunque sólo sea por una noche) sus diferencias y los problemas se empequeñecen mirando al tu alrededor y disfrutando de la alegría que dicen que desprende la Navidad. Aún así hay asientos vacíos en las mesas, y a medida que pasen los años habrá más. No me gusta la Navidad, pero me gusta que vuelvas.